
Alberto no me había visto, me pare a un par de metros de el, lo suficiente para que me escuchara.
-Hola- murmure, el instantáneamente giro, dejándome ver su reluciente sonrisa. –Has venido, bonita- repuso con un tono cargado de excesiva felicidad.
-Vale, sabes tengo un nombre, podrías empezar a llamarme por el- conteste, esperando que lo recordara, tal vez lo había olvidado, pensé en recordárselo pero en realidad abandone la idea así, si lo había olvidado podría fingir estar enojada y largarme de ahí, aunque no se por que motivo me encontraba con el, seguramente estaba sufriendo demencia senil o algo por el estilo ya que yo no solía ser así, el era un perfecto desconocido que ni siquiera me agradaba.
-Hope, ¿por qué usas lentes? en realidad el sol no esta tan fuerte- me critico, no respondería eso, aunque pensándolo bien....
-No quiero que me reconozcan- mentí –Que pensarían de mi si me ven contigo. Vi como su rostro reflejaba aquellas palabras que acababa de usar, me arrepentí casi instantáneamente. Pero tampoco me disculparía.
-OK, ya estamos aquí, así que- tartamudee un poco ya que no sabia que le diría o como actuar en realidad me encontraba confundida.
-En realidad quiero conocerte, en la escuela, casi no me hablaste y pues me preguntaba ¿por qué?- espeto, claro si ya decía yo, como no me comporte como una idiota enamoradiza, ahora era algo así como su meta, pero si menuda imbecil soy yo, en es preciso momento en que me encontraba odiándome por haber asistido a este encuentro, mi estomago rugió como un animal salvaje.
-Parece que antes de charlar, tenemos que alimentarnos- dijo reprimiendo la risa, ya que apretaba sus labios intentando no burlarse de mi. Claro que iría a comer algo, pero sola, no necesitaba escuchar sermones, ni ver tácticas de seducción, ahora la cuestión era como zafarme de esta.
Me llevo directamente a un pequeño, muy pequeño restaurante, ordene una orden de papas, una coca cola grande y una ensalada de fruta, el solo ordeno ensalada, comimos en silencio hasta que la mesa estuvo vacía de cualquier material comestible, entonces comenzó.
-Tenéis que despegar el pico y quitarte esos lentes que tapan tus preciosos ojos- insistió, me sonroje pero obedecí, coloque mis lentes en la mesa y cruce los brazos sobre ella. Así fue como comenzó una larga y tendida platica sobre mil asuntos, mis gustos, sus gustos, el cambio, el clima, horóscopos y el por que la gente masticaba tanto chicle, el tiempo paso apresuradamente, en realidad hasta llegue a pensar que el chico no era tan desagradable, hasta que me hizo el siguiente comentario
-Pareces un fantasma, blanca como la cal y con un par de ojos verdes fluorescentes, no digo que luzcas mal solo es algo extrañamente hermoso- bromeo, aunque, en realidad eso si me molesto, intente no demostrarlo, en realidad era evidente por que deje de reírme, tosió tontamente.
-Debo irme, es muy tarde- farfulle mientras me levantaba de mi asiento –ha sido un gusto y pues nos vemos el lunes, OK- repuse con dureza.
Ni siquiera me di cuenta como fue que en menos de un segundo estaba en la comodidad de mi cuarto, el sueño lamia mis parpados, no tarde mucho en dejarme caer en la inconciencia teniendo en mente una sola cosa. Alberto.
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